Cumplidos dos meses de la revelación de su paso por la SIDE durante
la última dictadura, Alvarez rompe el silencio. Defiende lo hecho y su
paréntesis. Responsabiliza al Gobierno de la filtración. Y mira hacia el
futuro: la lección de Misiones, la caída de Solá, Lavagna, Duhalde, el
libro que está escribiendo.
Juanjo Alvarez, de regreso.
Por magdalena ruiz guiñazu
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| Con la vista hacia adelante. Todavía
le duele hablar del “affaire SIDE” y del terremoto que generó en su
vida familiar y política. Prefiere hablar de lo que va a hacer, de la no
reelección de Solá y de lo que puede pasar en 2007. Foto: Enrique Manuel Abbate |
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Cuando
Página/12 publicó, el 10 de septiembre, el legajo de la Secretaría de
Inteligencia del Estado, en el que se recordaba al actual diputado Juan José Alvarez
como integrante de sus huestes bajo el nombre falso de Javier Alzaga,
mucha gente se estremeció de sorpresa. ¿Cómo imaginar que, en aquel
lejano 1981, el joven estudiante Alvarez deseaba servir “mejor” a la
Patria a través de su organización de espías? Ante el desconcierto que
produjo la noticia, insistimos mucho en llegar a este reportaje. En el
momento, fue imposible. Ya no.
—Alvarez, ¿usted piensa que fue un golpe contra usted?
—La
verdad que fue... Bueno, esto tiene básicamente dos aspectos. Uno, el
personal. Cómo lo sentí y lo viví con mi familia es algo íntimo. Fue muy
duro y de esto no quiero hablar en público. Y desde el punto de vista
de la política, evidentemente fue un hecho que tuvo una secuencia. En
algún medio (se refiere a Página/12) fui tapa tres días seguidos y luego
desaparecí para ellos. No volvieron a mencionar el tema. Es la segunda
vez que me ocurre con ese medio.
—Pasados dos meses, ¿a quién le adjudica la revelación de su paso por la SIDE?
—Primero,
existe una investigación judicial en marcha, que espero tenga pronta
resolución. Sin perjuicio de ello, está claro que quien tiene el deber
legal de guardar esa información, que es el Gobierno nacional, no lo ha
hecho. Por lo tanto, no tengo elementos para pensar que alguien
diferente, o de otro ámbito, pudo haber tenido acceso a esa información.
—¿Quién cree que se benefició con todo esto?
—Nadie, absolutamente nadie.
—¿Por qué cree que la información se conoce ahora?
—No
lo sé. Pero no es difícil suponer que mi perfil opositor pueda haber
tentado a algunos sectores a realizar esta maniobra. Me gustaría aclarar
que esta información se conoce ahora públicamente, porque –repito una
vez más– existe desde hace 25 años en un organismo del Estado, con lo
cual se podría haber desclasificado cumpliendo con los requisitos de la
Ley de Inteligencia, cosa que no se hizo.
—¿Qué va a hacer de su carrera política?
—Nunca
tuve una carrera política fácil y traté siempre de colaborar en
situaciones, como a todos les consta, muy difíciles. Sigo pensando de la
misma manera y trataré de continuar haciendo lo mismo, desde el lugar
que me toque.
—¿Cómo reaccionan ahora ante usted sus colegas (cercanos y adversarios), su familia y la gente de la calle?
—Mi
familia me ha apoyado con la misma firmeza que en otros momentos
complicados que he tenido que pasar. Lo dije públicamente, como cuando
asumí como ministro de Seguridad en la Ciudad de Buenos Aires, a pocas
horas de la tragedia de Cromañón. En cuanto a los colegas, muchos me han
manifestado su solidaridad frente a lo que consideraron una maniobra de
baja calaña. La gente en la calle me transmitió un sentir similar,
sobre todo los primeros días, en
coincidencia con la repercusión en
los medios de comunicación. Con el transcurso del tiempo, como
obviamente para ellos no es un tema importante, no me paran en la calle
para hablarme de esto.
—¿Le cambió en algo la mirada que tiene sobre las reglas de la política?
—No, justamente porque sigo convencido de que ciertas prácticas deben cambiar. El resentimiento no es una virtud política.
Alvarez
parece muy molesto y creo que su relato también obedece a su
preocupación por ser conocido como un funcionario combatido por sus
adversarios y requerido por el país en los peores momentos.
—Considerando, entonces, su amplia experiencia en el asunto, ¿cómo ve hoy el tema seguridad en la Provincia de Buenos Aires?
—En
todas las encuestas de opinión, la gente dice que no se conoce todo lo
que ocurre realmente. Yo siempre he dicho que me parece que no tiene
mucho sentido discutir cuánto hay de sensación y cuánto de verdad en las
estadísticas. En última instancia, la sensación es la que condiciona la
conducta de la gente. Si usted cree que le va a pasar algo, si tiene
miedo, etcétera, usted se va a autolimitar y es lo mismo que los datos
estén o no, porque eso no va a modificar su conducta. Si hoy le decimos a
la gente que la economía anda mal, habrá muchos que no lo van a creer
porque, objetivamente, para muchos, las cosas están mejor.
—Continuemos con el tema seguridad. ¿Usted cree que hay menos secuestros?
—No
tengo las estadísticas últimas pero hay cosas que me llaman la
atención. Fíjese: estamos todos preocupados y angustiados por lo que
sucede con López. Entonces (y no hace tanto) leemos en un diario que
dicen que la persona que apareció tirada en algún lado no era López.
Bien, pero ¿quién era?, ¿qué le pasó? Si no fuera porque en la agenda
está el tema de López, no nos hubiéramos preocupado por esa persona. Me
parece que es un tema que hay que seguir trabajando y me parece
gravísimo que funcionarios que tienen la responsabilidad del tema
seguridad crean que ya se hizo todo lo que se podía hacer.
—Pero
usted, con su experiencia, ¿qué haría en este caso? ¿Por ejemplo, si
usted fuera ministro de Seguridad en la Provincia de Buenos Aires?
—El plan que nosotros habíamos puesto en marcha...
—Perdón, cuando dice “nosotros”, ¿a quiénes se refiere?
—A
Solá, en 2003. Ese plan se llamaba Cuadrícula porque yo había dividido
así el Gran Buenos Aires. Sobre cada cuadrícula, poníamos un patrullero
que no podía moverse de ese lugar. Hicimos eso en forma igualitaria y,
después, tomando el mapa del delito, poníamos más policías en las
cuadrículas más peligrosas. Esto, a nosotros, nos funcionó. Me acuerdo
que en el Departamento Judicial de Quilmes, por ejemplo, la cantidad de
secuestros denunciados antes de la aplicación de ese plan era de... no
recuerdo exactamente pero pongamos de 20 secuestros express. Cuando
pusimos en marcha el Cuadrícula, cayó un 70%. También sé que, de alguna
manera, hoy están siguiendo el plan. Cada ministro le dará su impronta
pero creo que es un sistema al que hay que seguir implementando. Sin
lugar a dudas.
Hay una fuerte nostalgia en las reflexiones
de este hombre de 51 años, padre de cinco hijos, muy seguro de sí mismo.
Un hombre que apostaríamos suele preguntarse por qué motivo el país no
acude a él con más frecuencia.
—Yo me acuerdo –prosigue– de que en
2001 (como ministro de Seguridad provincial), yo le dije a un colega
suyo que el enemigo más grande que tiene la seguridad es aquel que vende
soluciones instantáneas. Si yo tuviera hoy una solución instantánea,
mediata y supereficaz, lo que tendría que hacer es decir “aplíquenla”
para evitarle a la gente tanto sufrimiento. Obviamente, no la tengo ni
nadie la tiene. Lo que sí creo es que hay un plan que, desarrollado en
etapas y cumpliéndose, tiene que mejorar sustancialmente la situación.
En 2002, cuando yo era ministro de Seguridad de la Nación, a pesar de
que utilizábamos gran parte de la fuerza policial para cuestiones de
orden público y que eso distraía policías para combatir al delito
urbano, tuvimos éxitos importantes.
—Con toda su experiencia
personal, Alvarez, ¿usted cree realmente que Eduardo Duhalde se ha
borrado de la vida política para siempre o es una etapa?
—Yo creo que
Duhalde ha dejado de lado... ha superado la etapa de político activo.
En todo caso, la política es como el periodismo: uno siempre sigue
ejerciéndola. Pero me parece que en una forma absolutamente distinta.
Creo que él está ocupado y preocupado por cuestiones políticas del país.
También le digo con franqueza que hace bastante tiempo que no lo veo,
que no hablo con él pero la actividad política diaria de Duhalde como
dirigente político (no digo como hombre interesado en la política) es
cosa del pasado.
—Sin embargo, Duhalde es una persona que tenía todavía tiempo por delante...
—Voy
más allá de Duhalde. Creo que es una lástima que todos aquellos que
tienen experiencia y cosas para aportar... –se abstrae nuevamente–.
Mire, usted me hablaba del tema de la seguridad. Yo tengo... en este
momento me vinieron a consultar desde un Estado importante (no voy a
decir quién), bueno, me vinieron a consultar de dos países importantes
de Latinoamérica para que les dé una mano a fin de armar un plan de
seguridad. Son dos Estados importantes de estos países. Lo hago con
algunos gobernadores de provincia que también me llaman (y que, por
razones obvias, lo hacen con mucha cautela) para que les brinde algunas
ideas respecto de estas cuestiones. Y la verdad es que, sin creerme ni
mucho menos que poseo todas las soluciones, me hace bien saber que esa
experiencia mía, con todos los errores que cometí, pueda servirles. Les
puedo aconsejar: “No hagan tal macana porque yo la hice y no me
resultó”. Aunque sea para decirles que hagan exactamente lo contrario de
lo que yo hice. Esto me pasó el otro día cuando veo, por ejemplo, las
formas (no discuto el fondo que no conozco) con las que Guillermo
Nielsen se va del Gobierno de la Ciudad. Usted tiene allí a una persona
que ha negociado la deuda externa más voluminosa de la historia, que lo
ha hecho en forma eficiente. Entonces, me parece que merece un enorme
respeto y yo, por lo menos, lo digo con la visión del lector de diarios,
creo que no se lo ha respetado.