Primero,
como corresponde, y más allá de la formalidad, quiero expresar mi
agradecimiento. Mi agradecimiento a la casa que hoy nos recibe, a la
Universidad del Salvador, a EPOCA. Quiero agradecer a Laura San Martino
doblemente: primero, porque ha puesto un empeño, un esfuerzo para que
este libro pueda hoy estar aquí con nosotros, que es realmente
encomiable, Laura, y te lo agradezco profundamente. El segundo
agradecimiento es porque, además, es una estudiosa y una intelectual de
primer orden y muchas de las cosas que ella ha escrito me han resultado
absolutamente estimulantes y se ven reflejadas en mi obra. Quiero
agradecerle a Roberto y a Nicolás Dromi, a quienes cuando les propuse
los originales de este trabajo, en un momento en el que algunos podrían
haber pensado si era conveniente o inconveniente que apareciera un libro
de Juan José Alvarez, no dudaron en poner como único requisito la
calidad del mismo. Esto demuestra que el pluralismo y la apertura de las
ideas no es un lugar común en esta casa, por lo menos, sino que es
realidad.
Quiero
agradecer a quienes han colaborado enormemente para escribir este libro
que con muchas citas y bibliografía, pueda hoy estar entre nosotros.
Recuerdo cuando hace ya unos cuantos años, con el hoy secretario de
Control comunal, que está aquí conmigo, y estábamos en la Municipalidad
de Hurlingham, y empezamos a darle vueltas a esta idea de que nuestra
experiencia, nuestros pareceres, lo que era motivo de nuestras
discusiones, pudiesen estar plasmados en un libro, pudieran estar
escritos. Agradecerle fundamentalmente el impulso y la ayuda al ministro
de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, licenciado Gorgal, me dio
para que este trabajo pudiera realizarse. A quienes ya agradezco en el
libro, y en el nombre de Bernardo, quiero agradecer nuevamente a todos.
Quiero
agradecer profundamente a una de las personas que realmente respeto, no
solamente porque es un gran escritor, no solamente porque es un gran
pensador, sino fundamentalmente porque exuda patriotismo, que haya
tenido la delicadeza de presentar este libro, a mi amigo Abel Posse.
Quiero
agradecer a quienes hoy me han venido a acompañar, todos amigos muy
queridos, y quiero en el nombre de algunos mencionar a todos a quienes
me han acompañado en los momentos más difíciles que seguramente nos ha
tocado vivir a los argentinos en los últimos cincuenta años, que me han
acompañado y que hemos participado en el gabinete nacional: el doctor
Horacio Jaunarena, Miguel Angel Toma, el embajador Caselli y tantos que
en momentos en que era más fácil decir que no, dijimos que sí. Quiero
agradecer a mis compañeros del bloque de diputados del Justicialismo
Nacional; están por allí Eduardo Camaño, Jorge Sarghini, Francisco De
Narváez, Adrián Menem, Alejandra Oviedo.
Quiero
agradecer dos presencias que, más allá de las diferencias políticas que
podamos tener, hoy están acá y realmente me pone muy pero muy contento,
me refiero al diputado Lamberto y me refiero al diputado Burzaco. Quiero
agradecer también la cantidad importante de adhesiones, de llamados, el
estímulo que he recibido para seguir adelante con este trabajo. Y
quiero, por último en tren de agradecimientos, señalar la presencia de
quien ha sido para muchos de nosotros, y sigue siéndolo, un maestro, y
que ha sido un funcionario cabal. Me refiero al doctor Augusto
Belluscio.
Realmente
parece casi un contrasentido que alguien que ha sido conocido por haber
tenido que enfrentar emergencias –fundamentalmente me han tocado en
materia de seguridad, aunque no solamente-, y quien ha sido llamado en
momentos difíciles en materia de seguridad, quien ha tenido que lidiar,
mejor o peor, en emergencias y en crisis muy graves, esté planteando que
hay que volver a andar el camino de la normalidad.
Creo
sinceramente que la normalización de esta situación de emergencia ha
generado un profundo y grave cambio institucional en nuestro país. No
solamente porque las instituciones dejan de funcionar o funcionan mal,
sino, como sabemos, las instituciones, así como nacen, así como se
fortalecen, si no se cuidan, se debilitan y mueren. Además, una actitud
de ejemplo por parte de las más altas autoridades nacionales, con esta
recurrencia a la emergencia y a las soluciones de emergencia es repetida
en los niveles provinciales y en los niveles municipales. Con lo cual
la situación aún es más seria y más grave.
Instituciones
débiles, escasos mecanismos de control, mayor facilidad para la
corrupción, sin ninguna duda. Los temas políticos graves, serios, que
hemos intentado acometer en este libro, es lo que se han jugado no en la
circunstancia de la vida política. No me anima ningún sentido de la
oportunidad; no tengo la idea de que este libro sea un panfleto para
sobrepasar alguna circunstancia, en este caso, electoral. Creo que flaco
favor haría si utilizara estos temas simplemente para una coyuntura. Es
porque creo que estos son los temas centrales; es porque creo que en la
resolución de estas cuestiones va el futuro de la república. Es porque
creo que debemos analizarlo profundamente.
Recuerdan los
legisladores que acá me acompañan, que cuando estábamos discutiendo una
de las cuestiones que a mí me parecía central, y que tenía que ver con
la modificación sí o no del Consejo de la Magistratura, un legislador
dijo en una reunión, cuando habíamos terminado de argumentar –creo que
Francisco estaba ese día en la reunión de la Comisión de Asuntos
Constitucionales-, ”¿De qué estamos hablando?, si esto le interesa
solamente al tres por ciento de la población”. Y la verdad, ese también
fue un gran estímulo. Ya en ese momento el libro estaba en su etapa
final, y para terminarlo es una suerte que discutamos que sea justamente
al revés. Estas son las cosas importantes. Claro que si se le pregunta a
alguien respecto de sus problemas va a contestar y, con razón, por la
inseguridad, por la salud, por su empleo, por la salubridad de su
habitat, limpieza, el asfalto, la luz, etc. Pero lo que no es menos
cierto es que esto no funciona si no hay un sistema institucional que le
de sustentabilidad a las decisiones políticas. Decisiones políticas que
en la Argentina pareciera ser que están en contra del control. En la
Argentina –quiero recordar, para que no se quiera poner nombre y
apellido a esto que digo, este trabajo empezó hace muchos años-
pareciera ser que el control estorba. Y en realidad no es una función la
de controlar sino que pareciera para algunos que es la función de
estorbar. En la resolución de esta dialéctica –mejor más gobernabilidad,
mejor más control- una a expensas de la otra, nos da el resultado una
situación como la que estamos viviendo.
El aspecto
fundamental de la crisis de nuestro país es lo urgente sobre lo
necesario. Podríamos decir, lo táctico sobre lo estratégico. Pudiéramos
ahondar como lo instrumental por sobre lo conceptual. Pareciera ser,
entonces, que discutir desde el principio es algo así como un
divertimento de determinado claustro universitario o académico y poco
tiene que ver con la vida nuestra de todos los días. Lo que intentamos
sostener y fundamentar en este libro es justamente lo contrario. Esto es
lo importante, esto es lo necesario, y de aquí van a aparecer
soluciones, no solamente para el momento actual, sino soluciones para el
futuro.
En la política
es más fácil crear que reformar. Como aquello que, decía Aristóteles,
es más fácil aprender que olvidar lo aprendido. Nosotros no tenemos una
vocación fundacional. Nosotros creemos que esto empezó en la Argentina
el día en que a alguno se le ocurrió hacer algo, y entre ese algo
escribió un libro. Nosotros creemos que debemos reformular nuestro
sistema institucional. Creemos que debemos empezar seriamente a avanzar
sobre esta cuestión, porque si no, tengo la impresión de que estamos
discutiendo lo periférico y nos estamos olvidando lo central.
Tengo y tuve
siempre una enorme vocación política. Soy un político. Bueno, malo,
regular; he hecho cosas bien, no tan bien; horribles para otros. No me
avergüenzo de mi actividad. Estoy orgulloso de mi actividad. Sabe mi
familia, mi mujer y mis hijos, mi madre; lo sabía bien mi padre porque
discutimos mucho de estos temas –y tuve la suerte, por lo menos, de que
pudiera leer y corregirme las primeras versiones de este libro- lo que
he sufrido, lo difícil que ha sido, pero también saben el orgullo que
tengo por la actividad que realizo. Nadie que no está contento con lo
que hace puede…
Yo tengo en
esta vocación política, también un compromiso, como debemos tener los
que abrazamos la política. Y es que queremos ser mejores. Tenemos una
vocación perfectiva. Quien no tiene una vocación perfectiva, quien no
quiera perfeccionar esta actividad, cae en un relativismo que me parece
una grave inmoralidad.
En definitiva
–y para no hacerlo muy largo, porque si les resumo bien el libro no lo
van a comprar- lo que yo quiero decir es que debemos iniciar,
comprometernos en una discusión sobre lo que estamos convencidos que es
esencial: creemos que una ciudad que no tiene ciudadanos, esto es, una
ciudad que tiene simplemente habitantes, no es una ciudad, se parece
bastante a una cárcel.
Creo
sinceramente que la Argentina tiene enormes posibilidades y este es un
momento más que adecuado para avanzar sobre estas cuestiones. Depende
también de nosotros. Depende también que planteemos estas cuestiones
como cuestiones de agenda.
La próxima vez
que –y estoy amenazando- escriba algo, voy a tener una enorme
satisfacción, tal vez la más importante y que hasta ahora no tuve, y es
que cuando se me presenta y se da mi currículum, en realidad mi
currículum lo que dice es que este es un país muy rumboso, si no alguien
no podría haber tenido tantos cargos y tan distintos en una sucesión
tan veloz, eso fue casi circunstancial. Fue casi una casualidad. La
próxima vez sí voy a estar muy orgulloso de que puedan decir que he
escrito “Crisis de gobernabilidad y control en Argentina”.
A todos, de nuevo, muchísimas gracias.
Juan Jose Alvarez