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Juanjo Alvarez
Blog de zoemora

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16 de Enero, 2013 · General

Juanjo Alvarez, un tipo rápido que hoy saborea la revancha

Será porque nació un 25 de Mayo, porque lo trae en la sangre o porque lo aprendió en la vida, Juanjo Alvarez tiene el aire del tipo que se siente destinado para las grandes cosas.

No será Gardel, pero está convencido de que a su lado puede lucirse sin desentonar, como ya lo hizo en su época su tío abuelo, Tito Lusiardo. A lo mejor heredó de él sus modos de porteño rápido y un poquito sobrador. Pero esa confianza en sí mismo es un insumo que siempre empuja mucho. Y más todavía en la política, que es un campeonato abierto de egos sin límite.

Este hombre, al que llamaron de urgencia entre los estruendos y dolores de la tragedia, para hacerse cargo de la seguridad en la Ciudad de Buenos Aires, nació hace 49 años en Hurlingham. Abogado por la Universidad Católica, casado y con cinco hijos, es hincha de River hasta más allá del fanatismo. Pero como lo cortés no quita lo valiente, además es socio en la propiedad del pase de Fernando Cavenaghi, joven goleador riverplatense y de la Selección, que ahora anda juntando plata en el fútbol de Rusia.

Peronista desde siempre y duhaldista con pretensión de juego propio en la interna, Alvarez llegó a intendente de su pueblo hace una década. Y aunque el progreso social lo llevó a ser vecino de Pilar, siempre conservó a buen resguardo su poder territorial originario, allí donde asoma la Argentina profunda.

Desde aquella intendencia se proyectó a los planos altos de la política. Primero se cargó a la espalda la Seguridad bonaerense con Ruckauf como gobernador. Acompañó el brevísimo relumbrón de Rodríguez Saá como secretario de Seguridad nacional, y después fue ministro con Duhalde como presidente. Fue ésta una etapa tremenda, con el país hecho un tembladeral de furia, las instituciones flameando con destino incierto, y el asesinato de dos piqueteros en Avellaneda que terminó de jaquear al Gobierno y apuró la salida electoral.

Ninguno de los que tuvo protagonismo salió sin daño de esos largos meses de incertidumbre. Pero se ha dicho, con razón, que buena parte del encarrilamiento que logró la gestión de Duhalde estuvo apoyado en las gestiones de Roberto Lavagna y del propio Juanjo Alvarez.

Nuestro hombre creyó, quizá con ingenuidad impropia de él, que tanto afán tendría recompensa inmediata. Su almohada sabe que se soñó vicepresidente de Kirchner, ministro al menos, o candidato a gobernador con la bendición de Duhalde. Amarga es la vida: nada de eso se le dio, y terminó recalando en el octavo lugar de la lista de diputados del peronismo bonaerense. Desde entonces empezó a rumiar su inquina y a esperar la revancha.

Pareció que ese momento llegaba cuando en una nueva crisis de seguridad, Felipe Solá lo convocó para reemplazar, con su mezcla de autoridad y picardía, el estilo predicador de Juan Pablo Cafiero. Le fue mal y duró poco. Los malandras lo recibieron con un cascoteo de secuestros y delitos violentos que estallaron en cuanto se anunció su designación. Y desde la Casa Rosada, en cuanto pudieron, le sacaron tarjeta roja.

Ahora, la tragedia de Cromañón y la necesidad de Ibarra de aferrarse a un salvavidas peronista para seguir flotando lo convocaron de nuevo a escena. En todo esto hay una dosis de venganza que Alvarez saborea con deleite: la breve ingeniería de su regreso se armó a través de la Casa Rosada y terminaron llamándolo desde los mismos despachos donde se había operado para su descabezamiento.

Esta vez buscó asegurarse todos los flancos: antes de aceptar el cargo lo llamó a Mauricio Macri para sondear si el jefe opositor porteño iba a petardearlo de entrada. Escuchó esta respuesta: "Te vamos a apoyar en la gestión, pero si tratás de tapar lo que pasó vamos a tener problemas". Con eso le alcanzó para sentirse razonablemente seguro y darle el sí a Ibarra.

Le toca hacerse cargo de la seguridad en un distrito que no tiene Policía. Justo él, que había aprendido al dedillo cómo manejarse con la Bonaerense y la Federal, donde había hecho buenos amigos que después fueron barridos con feas acusaciones por las purgas de la era kirchnerista. Va a tener que lidiar con los inspectores porteños, que tampoco son nenes de pecho: no andarán armados, pero ya se demostró cuánto son capaces de matar la desidia y la corrupción.
publicado por zoemora a las 20:10 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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